POEMAS CULINARIOS

¡Hola amig@s!

Esta página está pensada para que la leas mientras esperas que se cocine lo que pusiste en el horno, o mientras llega tu pareja para probar eso delicioso que le preparaste.
¡Disfrútalo! ¡Enjoy!

ODA A LA CUCHARA (Pablo Neruda)

CUCHARA,

cuenca
de
la más antigua 
mano del hombre, 
aún
se ve en tu forma 
de metal o madera 
el molde
de la palma 
primitiva, 
en donde 
el agua 
trasladó 
frescura 
y la sangre 
salvaje 
palpitación 
de fuego y cacería.

Cuchara 

pequeñita, 
en la 
mano 
del niño 
levantas 
a su boca 
el más 
antiguo
beso 
de la tierra, 
la herencia silenciosa
de las primeras aguas que cantaron 
en labios que después 
cubrió la arena.

El hombre 

agregó
al hueco desprendido 
de su mano 
un brazo imaginario 
de madera
y
salió 
la cuchara 
por el mundo 
cada
vez 
más 
perfecta, 
acostumbrada 
a pasar
desde el plato a unos labios clavelinos 
o a volar
desde la pobre sopa 
a la olvidada boca del hambriento.

Sí, 

cuchara, 
trepaste 
con el hombre 
las montañas, 
descendiste los ríos, 
llenaste 
embarcaciones y ciudades, 
castillos y cocinas, 
pero 
el difícil camino 
de tu vida 
es juntarte 
con el plato del pobre 
y con su boca.

Por eso el tiempo 

de la nueva vida 
que
luchando y cantando 
proponemos
será un advenimiento de soperas, 
una panoplia pura
de cucharas, 
y en un mundo 
sin hambre
iluminando todos los rincones, 
todos los platos puestos en la mesa, 
felices flores, 
un vapor oceánico de sopa 
y un total movimiento de cucharas.


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EL GRAN MANTEL
de Pablo Neruda

Cuando llamaron a comer
se abalanzaron los tiranos
y sus cocotas pasajeras,
y era hermoso verlas pasar
como avispas de busto grueso
seguidas por aquellos pálidos
y desdichados tigres públicos.

Su oscura ración de pan
comió el campesino en el campo,
estaba solo y era tarde,
estaba rodeado de trigo,
pero no tenía más pan,
se lo comió con dientes duros,
mirándolo con ojos duros.

En la hora azul del almuerzo,
la hora infinita del asado,
el poeta deja su lira,
toma el cuchillo, el tenedor
y pone su vaso en la mesa,
y los pescadores acuden
al breve mar de la sopera.
Las papas ardiendo protestan
entre las lenguas del aceite.
Es de oro el cordero en las brasas
y se desviste la cebolla.
Es triste comer de frac,
es comer en un ataúd,
pero comer en los conventos
es comer ya bajo la tierra.
Comer solos es muy amargo
pero no comer es profundo,
es hueco, es verde, tiene espinas
como una cadena de anzuelos
que cae desde el corazón
y que te clava por adentro.

Tener hambre es como tenazas,
es como muerden los cangrejos,
quema, quema y no tiene fuego:
el hambre es un incendio frío.
Sentémonos pronto a comer
con todos los que no han comido,
pongamos los largos maneles,
la sal en los lagos del mundo,
panaderías planetarias,
mesas con fresas en la nieve,
y un plato como la luna
en donde todos almorcemos.

Por ahora no pido más
que la justicia del almuerzo.
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ODA A LA ALCACHOFA

La alcachofa
de tierno corazón
se vistió de guerrero,
erecta, construyó
una pequeña cúpula,
se mantuvo
impermeable
bajo
sus escamas,
a su lado
los vegetales locos
se encresparon,
se hicieron
zarcillos, espadañas,
bulbos conmovedores,
en el subsuelo
durmió la zanahoria
de bigotes rojos.

Pablo Neruda



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